Batalla de la Poza de Santa Isabel
Batalla de la Poza de Santa Isabel | ||||
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Guerra de la Independencia española | ||||
Reporte de prensa por el centenario donde se muestra el desaparecido cuadro de la Rendición del Almirante francés Rosily, donde le entrega el sable al Almirante Apodaca, finalizada la batalla de las Pozas de Santa Isabel 1808. | ||||
Fecha | Entre el 8 y el 14 de junio de 1808 | |||
Lugar | Bahía de Cádiz | |||
Coordenadas | 36°37′00″N 6°21′00″O / 36.61666667, -6.35Coordenadas: 36°37′00″N 6°21′00″O / 36.61666667, -6.35 | |||
Resultado | Victoria española, captura de 6 navíos y 3.776 prisioneros. | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Bajas | ||||
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La Batalla de la Poza de Santa Isabel fue un combate naval que se desarrolló entre el 8 y el 14 de junio de 1808, en la Bahía de Cádiz, Andalucía, España. Se enfrentaron la flota francesa liderada por el almirante François Étienne de Rosily-Mesros y las fuerzas navales españolas bajo el mando del almirante Juan Ruiz de Apodaca, apoyadas por la artillería costera y la destacada intervención de 3 divisiones de 15 cañoneras cada una. El resultado fue una victoria española que supuso la primera derrota del ejército francés en la Guerra de la Independencia española. Este hecho representa una de las primeras victorias en la guerra de Independencia Española y la más destacada de las pocas batallas navales que se desarrollaron durante dicho periodo.
Índice
1 Resultado
2 Barcos capturados
3 Desarrollo
3.1 Antecedentes
3.2 Ataque y rendición
3.3 Consecuencias
4 Referencias
Resultado
Las fuerzas francesas tuvieron 12 muertos y 51 heridos, el ejército español 5 muertos y 50 heridos. La armada española capturó 5 navíos de línea y 1 fragata, e hizo 3.776 prisioneros, 456 cañones, numerosas armas individuales, gran cantidad de pólvora y municiones y cinco meses de provisiones.
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Barcos capturados
Los barcos capturados a Francia que pasaron a formar parte de la armada española fueron los siguientes:
Neptune 80 cañones.
Héros 74 cañones.
Pluton 74 cañones.
Algesiras 80 cañones.
Argonaute 74 cañones.
Cornélie 44 cañones.
Desarrollo
Antecedentes
Todo empieza un 25 de octubre de 1805, cuatro días después de la batalla de Trafalgar, llegaba a Cádiz el Almirante francés Rosily, que había sido mandado por Napoleón a España para sustituir a Villeneuve al mando de la escuadra combinada. Desgraciadamente, no pudo llegar a tiempo, ya que Villeneuve supo de su relevo y salió de Cádiz para enfrentarse a Nelson, con la tremenda derrota que le sobrevino.
Tras la trágica batalla de Trafalgar solo permanecieron en la bahía de Cádiz con bandera francesa 5 navíos de líneas y una fragata: Heros, Algesiras, Pluton, Argonaute y Neptune y la fragata Cornelie. Siendo pertrechados con los escasos medios de que disponía el Arsenal de La Carraca, para salir a la mar cuando fuera posible. Por otro lado la escuadra española se encontraba diezmada, el estado de las tripulaciones era lamentable y sin haber recibido paga durante meses. Al mando de esta escuadra estaba Don Juan Ruiz de Apodaca.
Los franceses (aun como aliados), era imposible que abandonaran la bahía de Cádiz, debido al bloqueo inglés del Almirante Purvis con sus 12 navíos. Obligando a la flota de Rosily a permanecer refugiados en la bahía durante 3 años. Rosily, desde el mes de febrero de 1808, con la entrada del ejército napoleónico, supuestamente para invadir Portugal, estaba al tanto de las delicadas relaciones con los españoles, previniendo a su escuadra intercalando los navíos españoles con los Fracases. Un acierto del Almirante francés, puesto que los posteriores sucesos de Bayona con la Familia Real Española y la renuncia al trono de Fernando VII, habían puesto al pueblo español en pie de guerra contra sus antiguos aliados. El incremento del descontento generalizado contra los franceses, desembocó en el 2 de mayo de ese mismo año (1808) con el levantamiento del pueblo de Madrid, encendiendo la mecha de la guerra de Independencia Española y considerándose a los franceses como enemigos del Rey. En Cádiz, hubo asesinatos y encontronazos con estos, que viciaron aún más si caben las relaciones. Rosily, enterado de estos sucesos prohibió que desembarcara ningún hombre de su escuadra. Por otro lado el Gobernador de Cádiz, el Marqués de Solano puso a algunas pequeñas embarcaciones a vigilar a los buques franceses. Los gaditanos no entendían cómo se seguía sin combatir a los franceses tras las noticias del levantamiento de Madrid, no extrañó que hubiera un motín y se acabara asesinando a Solano, por considerarlo injustamente un afrancesado.
En Sevilla, se acababa de constituir la Junta de Sevilla, que se tituló como Junta Suprema de España e Indias, presidida por el antiguo secretario de estado Francisco de Saavedra, el cual ante la gravedad de la situación tomo las riendas, nombrando al General Eusebio Herrera, que era uno de los miembros de la Junta, a conciliar aquella plaza y a sus autoridades militares a las de dicha Junta. Esto se obtuvo, nombrando el Presiente Saavedra al Capitán General Don Tomás de Morla, como sustituto de Solano, al tiempo que le mandaba disponer los medios necesarios para que llegado el momento apresara o destruyera la escuadra francesa. Tras una reunión con las autoridades el día 30 de mayo, se acordó separar los buques españoles de los franceses, quedando preparados para el combate, aunque oficialmente todavía no había ninguna hostilidad por ambas partes.
Ataque y rendición
Purvis, el almirante británico encargado del bloqueo y que estaba bajo el mando de Collingwood, se ofreció a entrar con sus buques en la bahía de Cádiz para ayudar a los españoles a capturar los buques franceses, a lo que se negó en rotundo Morla, quien no le hacía gracia que los tradicionales enemigos de siempre se metieran en las entrañas de la bahía gaditana, con el riesgo de que quedara otro Gibraltar, así que de manera educada le contestó que: “esto era algo que debían hacer los españoles”. Purvis debió comprender que los españoles, tras la traición de sus antiguos aliados, tenían una cuenta pendiente. Algo que por otra parte era cierto. Aunque los británicos dejaron en concepto de préstamo una cantidad importante de pólvora y munición a los Españoles.
Dado los escasos medios del Arsenal, se hizo todo lo posible por organizar las fuerza atacantes. Se instalaron nuevas baterías y reforzaron otras en Punta Cantera, Trocadero y Puntales. Todo esto no pasó desapercibido a Rosily, quien sólo confiaba en la llegada por tierra de refuerzos por parte de los imperiales. Es por ello que desde ese momento intentó por medio de la correspondencia con las Autoridades españolas ir retrasando el inevitable enfrentamiento. Apodaca fue el encargado de organizar la fuerza de combate, quedando en total tres divisiones de 15 cañoneras cada una.
El plan de Moreno era que las cañoneras fueran en primera línea; detrás las bombarderas, fuera del alcance de los franceses, y más atrás los botes auxiliares con tropas y pertrechos listos para abordar o sacar a remolque cualquier buque de la zona que se pudiera. El Príncipe de Asturias de 112 cañones y el Terrible de 74 darían apoyo al conjunto. También se organizó una serie de banderas de señales para estar coordinados con los navíos, baterías y fuerzas sutiles (embarcaciones cañoneras).Las embarcaciones cañoneras o fuerzas sutiles eran lanchas y botes de navío aunque podía ser cualquier artefacto flotante como un Candray o un falucho, arboladas o no con uno o dos mástiles, y que se servían de los remos y pértigas para avanzar con viento en contra y/o situarse en inmejorables posiciones para atacar. Iban armadas con un solo cañón de 24 libras. También solían llevar un obús o pedrero para su defensa en caso de ser abordadas, así como infantes de marina que daban apoyo con sus fusiles. La agilidad de tales embarcaciones les hacía ser un blanco poco preciso para dispararlas desde un buque. Maniobraban con los remos para situarse en las aletas o amuras de su objetivo, mientras este no podía evitarlo. Las embarcaciones cañoneras proporcionaron un gran apoyo logístico y estratégico ya que no solo servían en escaramuzas, si no que permitía transportar material y personas por los caños. Desempeño un papel fundamental en esta batalla y durante el asedio a Cádiz (1810-1812).
El 6 de junio, el Presidente Saavedra, a través de la Junta de Sevilla y en nombre de la nación declara la guerra a Napoleón y se inician hostilidades en diversos puntos de la península. Mientras en Cádiz se siguen los preparativos para el ataque, Morla envió una advertencia el 9 de junio a Rosilly, instándole a una rendición incondicional en el plazo de dos horas o de lo contrario: "...soltaré mis fuegos de bombas y balas rasas (que serán rojas si V.E. se obstina)". Rosily se negó a rendirse. Así pues, se inició el ataque desde las baterías y por las fuerzas sutiles (embarcaciones cañoneras). Los franceses estaban bien situados y lograron rechazar el ataque, que durante cinco horas intentaron infructuosamente rendirlos. Dejando un balance de 5 muertos y 50 heridos en el bando Español y 12 muertos y 51 heridos en el bando francés.
Rosily intentó ganar tiempo y alargar la tregua, a la espera de refuerzos, escribiendo varias cartas a Morla, en las que pedía que dejasen salir a su escuadra bajo promesa de no ser atacados ni por los españoles ni los británicos. Morla se negó. Rosily al día siguiente propuso desembarcar el armamento y arriar sus banderas, pero permitiendo permanecer a bordo. Morla volvió a rechazarlo, indicándole que sólo aceptaría la rendición sin condiciones. Entre tanto las condiciones de las fuerzas españolas no eran buenas, ya que faltaba pólvora por lo que no era posible otro ataque como el del día 9. Así que se optó por instalar nuevas baterías simuladas. Y se sumó al combate el navío Argonauta en La Carraca. Todo una “fachada” por no tener poder de ataque, debido a la falta de pólvora. Para evitar que los franceses intentasen entrar en el arsenal se bloqueó este con el hundimiento del navío Miño.
El día 14 de junio se volvió a intimar a la rendición de la escuadra francesa sin condiciones. Rosily era sabedor de que no podría resistir mucho tiempo, de modo que durante el trascurso de la mañana los pabellones franceses fueron sustituidos por los españoles. En total se entregaron 3.676 prisioneros y un botín de 5 navíos de línea y una fragata, armados con no menos que 456 cañones, numerosas armas individuales, gran cantidad de pólvora, municiones y cinco meses de provisiones.
Consecuencias
Después de esta notoria victoria, el Presidente Saavedra, enviaría en nombre de la Junta Suprema de España e Indias una comisión, de quien el General Morla era la cabeza visible, hacia Inglaterra para tratar con el gobierno británico. El 4 de julio el gobierno británico emitió una orden, declarando que todas las hostilidades entre Inglaterra y España deberían cesar inmediatamente y entrando ambas como aliadas frente a la Francia de Napoleón.
Por otro lado los prisioneros franceses fueron recluidos en los navíos desarmados Castilla y Argonauta, habilitados como pontones para prisioneros. Hubo 35 prisioneros que se alistaron a los batallones de Marina de la Real Armada, ya que no eran naturales de Francia y viendo la lúgubre perspectiva de quedarse en un sórdido pontón decidieron desertar. E hicieron bien, porque luego llegarían los prisioneros de Bailen y los pontones serían conocidos como las tumbas flotantes, una cuna de enfermedades, en condiciones infrahumanas.
Tras la victoria se creó una medalla para premiar a todos los participantes y se ascendió un grado a todos los oficiales españoles. Rosily y algunos de sus oficiales fueron puestos en libertad, bajo juramento de no combatir contra los españoles, para que llevara personalmente las noticias de su rendición ante Napoleón. Quien mandaría para recuperar la flota perdida, al Cuerpo Expedicionario de La Gironda al mando del general Dupont, quien será derrotado en Bailen el 19 de julio de 1808, llegando a Cádiz como prisioneros de guerra, retrasando todos los planes de conquista de Napoleón Bonaparte.
La Armada Española incorporaría los barcos apresados a los restos de la Armada Real que había sobrevivido a la Batalla de Trafalgar y el éxito sirvió como revulsivo elevando la moral de la resistencia de las fuerzas españolas, en el momento que más era necesario, justo antes de la decisiva Batalla de Bailén.
Referencias
↑ Guardia Salinera Isleña: Combate de la Poza de Santa Isabel
↑ diariodecadiz.es: El combate de la Poza de Santa Isabel no se olvida. San Fernando, 13 de junio de 2010
↑ Márquez Carmona, Lourdes: Recuerdos de un timonel: Michel Maffiote y la rendición de la escuadra de Rosily en la batalla de la Poza de Santa Isabel (1808). Trocadero, N° 20. 2008