Populismo




El populismo es una filosofía política que promueve los derechos y el poder del pueblo en su lucha contra una élite privilegiada.[1]​ Se trata de un concepto difícil de definir con exactitud, con el que se designan realidades diferentes.[2]​ El uso del calificativo «populista» se hace habitualmente en contextos políticos y de manera peyorativa, sin que del término se desprenda por sí mismo una evidente identificación ideológica, sino estratégica —dentro del espectro izquierda-derecha—.[3]​ También se ha aplicado en contextos religiosos para calificar a la teología de la liberación[4]​ y a la teología del pueblo,[5][6]​ así como para referirse a la acción política de los grupos económicos concentrados, con la expresión “populismo del capital”.[7]



Populistas a la derecha, populistas a la izquierda. Quien dice «populismo» se adentra en un terreno difícil… En todo caso, el concepto de populismo es peyorativo… Hablamos entonces de demagogia, y la demagogia tiene un gran repertorio de métodos.



Ralf Dahrendorf[8]


Por su opacidad analítica y utilización ideológica con fines descalificadores, Ezequiel Adamovsky cuestiona la validez científica del populismo como categoría:



¿Sirve una categoría que se le puede aplicar tanto a la coalición de izquierda griega de Syriza como a sus enemigos del movimiento neonazi? Como concepto para entender la realidad, el populismo se ha extinguido.


Ezequiel Adamovsky[9]


Es preciso mencionar la contribución de Ernesto Laclau en la forma de entender al populismo. Tomando elementos de lingüística y psicoanálisis aborda este fenómeno complejo brindando un esquema conceptual para comprender la constitución de la hegemonía en el populismo.[10]


Quienes piensan que el populismo constituye una corriente política con características objetivas, destacan aspectos como la simplificación dicotómica, el antielitismo (propuestas de igualdad social o que pretendan favorecer a los más débiles), el predominio de los planteamientos emocionales sobre los racionales, la movilización social, etc.[11][12]


Una parte importante de los estudios latinoamericanos cuestiona el uso eurocéntrico y universalizador del término «populista», cuando se aplica a corrientes políticas latinoamericanas, obviando el estudio puntual y las circunstancias históricas particulares de las mismas.[13][14][15]




Índice






  • 1 Etimología


  • 2 Generalizaciones empíricas


  • 3 Significados


    • 3.1 En sentido negativo


    • 3.2 En sentido positivo




  • 4 Factio popularium en la antigua Roma


  • 5 De derecha


  • 6 A partir del siglo XX


    • 6.1 En América Latina


    • 6.2 En Estados Unidos


    • 6.3 En el cristianismo


    • 6.4 Populismo neoliberal




  • 7 Véase también


  • 8 Referencias


  • 9 Bibliografía


  • 10 Enlaces externos





Etimología


Populismo es un vocablo de suma ambigüedad, ampliamente empleado, y definido por la Real Academia Española como “Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”.[16]​ Posiblemente el primer movimiento político con esa denominación fue el naródnik (como adjetivo, naródnichestvo como sustantivo) ruso del siglo XIX.[17]



Generalizaciones empíricas


Según Ylarri los rasgos que más frecuentemente se encuentran presentes en aquellos movimientos sociales catalogados como populistas son los siguientes:[18]



  • Rechazo a los profesionales de la política.

  • Desconfianza en las instituciones públicas existentes.

  • Diálogo directo entre la dirección del movimiento y la base social.

  • Fuerte voluntad de movilización y participación.


  • Retórica nacionalista.


  • Liderazgo caudillista.


En sentido contrario Adamovsky considera que los rasgos que se utilizan para definir a una persona o un movimiento como populista son disímiles y no tienen nada en común:



Es un término que se utiliza para definir una serie de fenómenos políticos muy disímiles, que no tienen nada en común, y que agrupan por ejemplo a alguien autoritario, misógino, de derecha y xenófobo como Donald Trump y también pretende meter en la misma bolsa a Podemos en España, que en todos esos rubros tiene ideas exactamente opuestas. Pretende meter la ultraderecha junto con la izquierda; a gobiernos de tendencia centro izquierdista latinoamericanos junto con grupos neonazis de Alemania. Y el modo en que los agrupa es metiendo en una misma bolsa justamente todo lo que se aparta de lo que se supone que es el ideal de buena democracia, que no es otra cosa que la democracia liberal.


Ezequiel Adamovsky[19]



Significados


«Populismo» se usa para designar a la estrategia de las corrientes ideológicas que sostienen la reivindicación del rol del Estado[20]
como defensor de los intereses de la generalidad de una población[21]
a través del estatismo, el intervencionismo[22]
y la seguridad social[23]
con el fin de lograr la justicia social[24]
y el Estado de bienestar.[25]



En sentido negativo


El populismo con una «significación peyorativa» es el uso de «medidas de gobierno populares», destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características antinstitucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos los movimientos populistas planean evitarlo), sino preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.


En sentido general, sectores socialistas y comunistas han utilizado el término «populista» para definir a los Gobiernos que ―aun favoreciendo a los «sectores populares» (principalmente a la clase obrera)― no pretenden terminar con el sistema capitalista.[26]


Tanto la economía keynesiana, como una posición crítica de la política exterior de Estados Unidos[27]
han sido prácticas sustanciales del populismo latinoamericano, tanto de los años 1930-1950, como la más reciente ola de la «nueva izquierda» de los 2000. En el caso europeo de los 2010, la crítica principal es a la hegemonía y dominio de los intereses políticos alemanes y el sector financiero global.



La crisis de la representación política es una condición necesaria pero no una condición suficiente del populismo. Para completar el cuadro de situación es preciso introducir otro factor: una «crisis en las alturas» a través de la que emerge y gana protagonismo un liderazgo que se postula eficazmente como un liderazgo alternativo y ajeno a la clase política existente. Es él quien, en definitiva, explota las virtualidades de la crisis de representación y lo hace articulando las demandas insatisfechas, el resentimiento político, los sentimientos de marginación, con un discurso que los unifica y llama al rescate de la soberanía popular expropiada por el establecimiento partidario para movilizarla contra un enemigo cuyo perfil concreto si bien varía según el momento histórico ―«la oligarquía», «la plutocracia», «los extranjeros»― siempre remite a quienes son considerados como responsables del malestar social y político que experimenta «el pueblo». En su versión más completa, el populismo comporta entonces una operación de sutura de la crisis de representación por medio de un cambio en los términos del discurso, la constitución de nuevas identidades y el reordenamiento del espacio político con la introducción de una escisión extrainstitucional.[28]



Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término «populista» para definir a los gobiernos que presentan los intereses de las clases económicamente más altas (grandes grupos económicos, etc.) como separados y contrarios a los de las más bajas consideradas como una mayoría permanente con intereses homogéneos autoevidentes que no requerirían así del pluralismo político, destruyendo la posibilidad del disenso político y del crecimiento económico por vías privadas.[29]


Según Ylarri, el rasgo más característico del populismo es la construcción de la idea del «pueblo» como agente histórico, depositario de las virtudes sociales de justicia y moralidad y responsable del cambio social, confrontado a «otro» que impide el desarrollo del destino del pueblo.[30]


El filósofo español Fernando Savater en una entrevista[31]​ recogida en El Confidencial por Javier Caraballo ante la pregunta: ¿Podemos concluir, entonces, que el auge de los movimientos populistas y reaccionarios en Europa son fruto de la miseria y de la ignorancia?, responde estableciendo el siguiente paralelismo:



Son una reacción ante la miseria desde la ignorancia. Y previamente, hay un conjunto de factores que se suman: una crisis económica muy severa, promesas políticas incumplidas e ineficacia en la gestión de esa crisis, bolsas de inmigrantes que desequilibran la idea que se tiene de sí mismos en muchos países… En un entorno así, de forma inmediata surgen los curanderos. Eso es lo que ha pasado, igual que cuando a una persona le diagnostican una enfermedad muy grave y acude al curandero o a Lourdes. Eso es el populismo, el curandero de la política que, ante problemas reales, plantea soluciones ilusorias que nacen y anidan en la ignorancia.[31]


Fernando Savater



En sentido positivo


Varios movimientos sociopolíticos a través de la historia mundial moderna han pretendido que «el pueblo» ―es decir, los agricultores y campesinos, los obreros, los pequeños empresarios, el bajo clero, las clases profesionales (médicos, maestros, profesores, contables, ingenieros, empleados públicos, etc.)― sea quien ostente el poder en los Estados democráticos, en contra así de las élites o clases dominantes.[32]


Estos movimientos populistas se han basado en las ideas políticas de la cultura autóctona sin reivindicar necesariamente el nacionalismo, y oponiéndose siempre al imperialismo. Ejemplos de este tipo han sido el populismo ruso y el populismo estadounidense del siglo XIX (este último llamado también «productivismo»); el cantonalismo español; el agrarismo mexicano; los carbonarios italianos. Pueden estar influenciados (o no) por una o varias ideologías o proyectos políticos definidos. Sin embargo, normalmente no se adhieren a ellos de forma explícita.


En su crítica de la novela Todos los hombres del rey, del premio Pulitzer Robert Penn Warren, Esteban Hernández hace un interesante análisis de la relación entre populismo y aristocracia. Hernández sostiene que en los países menos desarrollados, el populismo va de la mano con la lucha contra el hambre, el aumento de impuestos a los ricos y la supeditación del mundo empresarial a la política, tal como fue planteado por Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos con el New Deal. Hernández señala que, en esos países, el populismo definiría una alternativa a la aristocracia mucho más probable que el comunismo, y que por esa razón ha sido (y es) denostado por los sectores conservadores.[33]


En una conferencia en 2014, los presidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama discutieron el término populista; para el mexicano, el populismo es un peligro que podría "destruir lo construído" y para el norteamericano es "una lucha por la justicia social".[34]​ Cabe señalar a este respeto que ambos mandatarios se expresan sobre el mismo término en cambio en un contexto semántico distinto (inglés y español). En español la interpretación peyorativa del termino ha tenido mayor relevancia o uso en la actualidad que la positiva. En cambio, en Estados Unidos (o la lengua inglesa) no ha sido así, tanto la interpretación positiva como negativa son usadas. Esta mayor dualidad para la lengua inglesa, viene reflejada en las propias definiciones del término en los principales diccionarios de referencia dicha lengua (Merriam-Webster, Collins, Oxford).



Factio popularium en la antigua Roma


En el período de la última república romana, aparecieron una serie de líderes llamados populares (o factiō populārium, ‘partido o facción de los del pueblo’) que se oponían a la aristocracia tradicional conservadora y apostaban por el uso de las asambleas del pueblo para sacar adelante iniciativas populares destinadas a la mejor distribución de la tierra, el alivio de las deudas de los más pobres y la mayor participación democrática del grueso de la población. Entre sus líderes están varios de los Gracos, Publio Clodio Pulcro, Marco Livio Druso, Sulpicio Rufo, Catilina, Cayo Mario o Julio César.


Este grupo (factio) contó con la oposición acérrima del partido aristocrático de los optimates encabezado por Cicerón, que usó su poder político y su retórica para eliminar el poder político (y a veces la vida) de los líderes de los populares.[35]



De derecha







El populismo de derecha es una categoría específica dentro del populismo, que se utiliza en algunos casos para identificar a políticos y gobiernos que emplean diversos mecanismos de manipulación para obtener el apoyo popular, con el fin de poner en práctica políticas de derecha. Se han puesto como ejemplos de populismo de derecha a políticos como Donald Trump en Estados Unidos,[36]​ Marine Le Pen en Francia[36]​ y Mauricio Macri y la alianza Cambiemos en Argentina,[37][38][39][40][41]​ el Nigel Farage, partido que ayudó a definir el voto del Reino Unido para salir de la Unión Europea, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania y el
primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, nacionalista de derecha; el dirigente polaco Jaroslaw Kaczynski, Albert Rivera de Ciudadanos en España[42]​; entre otros han sido descritos como populistas de derecha.[43]



A partir del siglo XX



En América Latina



En América Latina existen varios ejemplos de gobiernos que con sus diversos matices y características temporales y espaciales han sido tildados de «populistas» por sus opositores:




  • ArgentinaFlag of Argentina.svg Argentina: En Argentina, todos los gobiernos democráticos electos han sido calificados como populistas por algún analista, con excepción de Fernando de la Rúa (1999-2001). A saber: Hipólito Yrigoyen (1916-1922, 1928-1930),[44]​ Marcelo T. de Alvear (1922-1928),[45]​ Juan Domingo Perón (1946-1955, 1973-1974),[46]​ Arturo Frondizi (1958-1962),[47]​ Arturo Illia (1963-1966),[48]​ Raúl Alfonsín (1983-1989),[49]​ Carlos Menem (1989-1999),[50]​ Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015).[51][52][53][54]​ Varios artículos relacionan Mauricio Macri con el “populismo” y con el “populismo de derecha”.[37][38][39][55][56][57]


  • BoliviaFlag of Bolivia.svg Bolivia: Evo Morales (desde 2006).[58][59]


  • BrasilFlag of Brazil.svg Brasil: Getúlio Vargas (entre 1930 y 1945, y entre 1951 y 1954),[60]​ Luiz Inácio Lula da Silva (2002-2006),[61]​ Dilma Rousseff (2011-2016).[62]


  • ChileFlag of Chile.png Chile: En sentido “positivo”, Arturo Alessandri,[63]​ Carlos Ibáñez del Campo[64]​ y el Frente Popular;[65]​ en sentido peyorativo, Sebastián Piñera,[66]​ Michelle Bachelet.[67]


  • ColombiaFlag of Colombia.svg Colombia: Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), Álvaro Uribe Vélez (2002-2010)


  • EcuadorFlag of Ecuador.svg Ecuador: En sentido “positivo”, Jaime Roldós Aguilera (1979-1981) , en sentido negativo José María Velasco Ibarra (1934-1935, 1944-1947, 1952-1956, 1960-1961 y 1968-1972), Abdalá Bucaram (1996-1997), Lucio Gutiérrez (2003-2005) y Rafael Correa (2007-2017)[68]


  • VenezuelaFlag of Venezuela.svgVenezuela: Carlos Andrés Pérez (1974–1979 y 1989–1993),[69][70]​ Hugo Chávez (1999-2013),[71][72]​ Nicolas Maduro (desde 2013).[73]


  • PerúFlag of Peru.svgPerú: Fuerza Popular liderado de por Keiko Fujimori es considerado un partido populista.[74][75][76]


En esta línea de crítica política, han sido cuestionados como «populistas» tanto gobiernos de derecha como de izquierda: los primeros identificados con el sistema capitalista y el liderazgo de los Estados Unidos, y los segundos identificados con posiciones nacionalistas y una posición desligada de los Estados Unidos.[27]
En 2006, el expresidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, quien realizara en su país reformas neoliberales, en un artículo titulado «El populismo amenaza con regresar a América Latina», sostiene que entre los elementos que hacen que un gobierno no sea populista, se encuentran tener «políticas públicas prudentes y sensatas», así como un mayor acercamiento a Estados Unidos.[27]


Francisco Panizza ofrece una lectura del populismo como un espejo de la democracia cuyo punto de discusión central es la posibilidad de poner al pueblo en un lugar de realidad objetiva. El populismo no es posible sin la artículación retórica de un pueblo «construido» en tanto actor social colectivo pero abstracto. En estos procesos los líderes no solo hablan en nombre del pueblo, sino que recurren al sentido de emergencia para introducir políticas que de otra manera serían rechazadas.[77]


Por su parte, Ernesto Laclau (1935-2014) afirmaba que el populismo es la mejor forma de organización política pues da mayor lugar y representatividad a clases que hasta el momento estaban relegadas.[78]​ Laclau afirma que el populismo es, de las formas republicanas, la mejor posible debido a que permite la participación de mayores grupos sociales en la pugna de poder y recursos. El populismo no deja de ser una mera expresión de la política que enriquece la vida democrática. El teórico introduce un neologismo, la razón populista para ayudar a comprender su relación con el aparato ideológico del estado.[79]


La postura de Laclau fue criticada por algunos estudiosos de izquierda, la mayoría de ellos de raigambre marxista, por dos temas en específico. El primero es que al ensanchar la base distributiva de la riqueza, no se corrige la asimetria de base sino que la desigualdad se acrecienta.[80]​ Ello sucede no solo por la repatriación del capital en mano de las élites capitalistas sino porque no se transforma el principio de plusvalía enraizado en el fetichismo de la mercancía, hecho por el cual el capitalismo puede consolidarse.[81][82]​ David Kelman sugiere que existe una nueva forma de hacer política que toma la teoría conspirativa como forma disciplinaria, con el fin de ganar adhesión en el propio grupo. De esa forma se produce un vacío el cual es llenado por medio del misterio y de axiomas que no pueden ser validados empíricamente. En perspectiva, los populismos modernos adoptan una raigambre de simulacro, mientras en el fondo legitiman los intereses de la elite capitalista.[83]



En Estados Unidos


El New Deal del presidente Franklin Delano Roosevelt y la Nueva Frontera del presidente John F. Kennedy han sido considerados iniciativas del «populismo progresista». En cambio, la BBC ha calificado el gobierno del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, como «populismo conservador».[84]


En 2007, Paul Krugman ―ganador del Premio Nobel de Economía en 2008― sostuvo que Estados Unidos precisaba un «contragolpe populista» (populist backlash) para revertir el aumento de la desigualdad social.[85]


En Estados Unidos, al igual que en América Latina, se recurre al término «populismo» para descalificar las características de los candidatos opositores tanto de derecha como de izquierda. En la campaña para las elecciones presidenciales de 2008, el diario El País (de España) calificó negativamente como «populistas» tanto a Hillary Clinton como a Obama.[86]​ Por su parte, el presidente George W. Bush también ha sido considerado como populista.[87]



En el cristianismo



En el cristianismo han sido calificadas como populistas la teología de la liberación en general[4]​ y la teología del pueblo, una corriente teológica surgida en Argentina perteneciente a la teología de la liberación, de considerable influencia en el pensamiento del papa Francisco.[5][6]​ El propio papa Francisco ha sido calificado como populista.[88][89]



Populismo neoliberal














También está presente la crítica al sindicalismo[90][91][92]​, la inmigración, la política institucional en favor del libre mercado desrregularizado y los gobiernos tecnocráticos, así como el desarrollo de las teorías del fin de la historia de Francis Fukuyama son sus bases ideológicas. Se asemeja a la teoría del Capitalismo como religión y al Fundamentalismo de mercado.


[93]​Otra de las características del populismo neoliberal según el sociólogo Patricio Segura es la aversión del populismo neoliberal a la reflexión tanto como habito individual como colectivo, apelando a un "sentido común" de las masas en detrimiento de la capacidad crítico-reflexiva.[94]



Véase también



  • Argumento ad populum

  • Neopopulismo

  • Populismo de derecha

  • Populismo de izquierda

  • Populismo latinoamericano



Referencias




  1. Real Academia Española. «populismo». DRAE. «Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares. U. m. en sent. despect.» 


  2. Ylarri, 2015, p. 179.


  3. “… la geografía izquierda-derecha no funciona; … ese estilo plebeyo que algunos han definido como populismo de izquierdas es clave para construir los elementos agregadores para que se produzca un cambio político” (Pablo Iglesias, entrevista en El Mundo, 17 de mayo de 2015). Slavoj Zizek, Contra la tentación populista


  4. ab Górski, Eugeniusz (1994). Dependencia y originalidad de la filosofía en Latinoamérica y en la Europa del Este. México: UNAM. p. 162. ISBN 9683639232. 


  5. ab Beltramo Álvarez, Andrés (14 de marzo de 2014). «Papa Francisco: ¿teología del pueblo o populista?». Vatican Insider. La Stampa. Consultado el 28 de abril de 2015. 


  6. ab Scannone, Juan Carlos. «Perspectivas eclesiológicas de la ‘Teología del Pueblo’ en la Argentina». Biblioteca Católica Digital. Consultado el 28 de abril de 2015. 


  7. Rapoport, Mario (5 de septiembre de 2016). «10 reglas…». Página 12. Suplemento Cash. 


  8. El recomienzo de la historia: de la caída del muro a la guerra de Irak: discursos y artículos. Katz Editores, 2006, pág. 304.


  9. Adamovsky, Ezequiel (2015). «¿De qué hablamos cuando hablamos de populismo?». Anfibia (Argentina: Universidad Nacional de San Martín). ISSN 2344-9365. 


  10. Laclau, Ernesto (2005). La razón populista (1ª edición). Fondo de Cultura Económica. ISBN 9789505576357. 


  11. Álvarez Junco, José (2014): «Virtudes y peligros del populismo», artículo del 11 de noviembre de 2014 en el diario El País (Madrid).


  12. En términos económicos, y refiriéndose al siglo XX, se ha definido el concepto «macroeconomía del populismo» (Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards, conferencia celebrada en el Banco Interamericano de Desarrollo en mayo de 1990 - [1]):

    Un tipo de comportamiento recurrente de parte de los Estados latinoamericanos que sirve para explicar una «inestabilidad macroeconómica» […] y se define por «los episodios inflacionarios, las crisis en las balanzas de pagos y los penosos esfuerzos de estabilización». […] «han intentado resolver los problemas de la desigualdad del ingreso mediante el uso de políticas macroeconómicas demasiado expansivas». […] Las causas de tales recaídas son «los efectos devastadores de la Gran Depresión, las vastas desigualdades del ingreso, una confianza ingenua en la capacidad de los gobiernos para sanar todos los males sociales y económicos, y las ideas de la CEPAL en los años 50





  13. Quijano, Aníbal (2000): «Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina», artículo del año 2000 en el sitio web Grupo Decolinial de Traducción. Consultado el 27 de febrero de 2015.

    La miopía eurocéntrica, no solo de estudiosos de Europa o de Estados Unidos sino también de los de América Latina, ha difundido y cuasi impuesto universalmente el nombre de populismo para esos movimientos y proyectos que, sin embargo, tienen poco en común con el movimiento de los narodnikis rusos del siglo XIX o del populismo estadounidense posterior. Una discusión de estas cuestiones en mi texto Fujimorismo y populismo, en Burbano de Lara (editor), El fantasma del populismo, Nueva Sociedad, Caracas, 1998





  14. Sartino, Julieta (agosto de 2014). «El fenómeno del populismo: recorridos “otros”». Identidades (53). ISSN 2250-5369. Consultado el 27 de febrero de 2015. «A tales efectos interesa desarmar esa pretensión totalizadora, universalizadora que impone la idea de que podemos referirnos al populismo, y más grave aún, podemos tildar de populista a este o aquel movimiento desligado de sus particularidades históricas, sus fuentes, sus condicionamientos, sus patrones de formación, que son, en última instancia aquello que le brinda ese carácter específico que tiene cada uno de los movimientos caracterizados como populistas.» 


  15. Serrano, Pascual (2007): «Región Andina: La imagen mediática en España. Luces y penumbras», artículo del 19 de enero de 2007 en el sitio web Pascual Serrano. Consultado el 27 de febrero de 2015.

    Populismo. Es la palabra mágica para desacreditar a los gobernantes de izquierda. «El populismo cambia las reglas», era el titular de El País del 14 de mayo [de 2006] para informar de la nacionalización en Bolivia. Como de derechas no les pueden llamar, decirles de izquierda no sirve para desautorizar y de dictadores no pueden acusarles, se han inventado el término populismo. Nacionalizar los recursos, aplicar políticas sociales de redistribución de la riqueza, luchar contra el analfabetismo y llevar médicos a las zonas pobres es populismo. Dice Emir Sader que «el término populista ha sido retomado en el marco del discurso neoliberal, para designar a las políticas consideradas irresponsables, aventureras, inflaccionarias, que promueven concesiones sociales incompatibles con las leyes de hierro del ajuste fiscal». José María Aznar ya clamaba en Miami en una conferencia en junio de 2005 afirmando que «el populismo ya no es un potencial peligro en Iberoamérica sino una realidad. Ya comienza a incendiar países y hay que pensar cómo apagarlo». Solo el neoliberalismo, afirma Emir Sader, puede diabolizar un concepto que tiene su origen en la palabra pueblo. Como dice el profesor de la Universidad Complutense de Madrid y columnista del diario mexicano La Jornada, Marcos Roitman, sobre el término populismo pesa una maldición, «sin necesidad de explicar su significado, cuando se trae de la mano se convierte en un insulto». Ya no hace falta desarrollar cuáles son los elementos negativos de la política de un líder popular, se le acusa de populismo y resuelto. He aquí la mejor herramienta contra Chávez o Morales. Además es muy flexible, sirve para meter en el mismo saco a Chávez, a Fujimori, a Perón... Por supuesto a ningún líder europeo.





  16. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2014). «populismo». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). Madrid: Espasa. ISBN 978-84-670-4189-7. 


  17. Francesc de Carreras, Populismo contra democracia - No son dos sistemas de gobierno distintos, sino dos formas de Estado diferentes, El País, 9 de abril de 2015: “… el término populismo ha sido usado con distintos significados en diferentes contextos históricos y geográficos, algo que no es casual. ¿Hay alguna semejanza entre el populismo de los narodniquis rusos del siglo XIX con el fascismo y el nazismo, del anarquismo con el peronismo, del jacobinismo con el nacionalismo, de Pablo Iglesias con Artur Mas? Sin duda la hay, a pesar de tener contenidos tan diferenciados. Lo común a todo populismo no es una ideología substancial —derechas o izquierdas, por ejemplo— sino una estrategia para acceder y conservar el poder, lo cual le permite cobijar ideologías muy distintas, siempre que coincidan en que la causa de todos los males es una y sólo una, sea el zar o el rey, la propiedad, la religión, la oligarquía financiera, las élites políticas o la opresión nacional. Siempre debe ser una causa simple, emocionalmente sencilla de entender y racionalmente difícil de explicar con buenos argumentos”.


  18. Ylarri, 2015, p. 181.


  19. «Ezequiel Adamovsky y su último libro sobre la derrota del kirchnerismo: 'la identidad republicana ha sido capturada por la derecha'». Página/12. 10 de julio de 2017. 


  20. Alejandro Groppo, Ernesto Laclau (2009). «Los dos príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas, un estudio comparado del populismo latinoamericano». Consultado el 24 de marzo de 2014. 


  21. Centro Mundial de Investigación para la Paz (2009). «El giro republicano: bases conceptuales del déficit democrático de América Latina». Ediciones Trilce. Consultado el 24 de marzo de 2014. 


  22. Octavio Rodríguez (1993). «La teoría del subdesarrollo de la CEPAL». Siglo XXI. Consultado el 24 de marzo de 2014. 


  23. Slavoj Zizek, Sebastian Budgen, Stathis Kouvelakis (2010). «Lenin reactivado: Hacia una política de la verdad». Ediciones AKAL. Consultado el 24 de marzo de 2014. 


  24. Eugeniusz Górski (1994). «Dependencia y originalidad de la filosofía en Latinoamérica y en la Europa del Este». UNAM. Consultado el 24 de marzo de 2014. 


  25. Julio Aibar, Daniel Vázquez (2008). «Política y sociedad en México: entre el desencuentro y la ruptura». FLACSO. Consultado el 24 de marzo de 2014. 


  26. Alayón, Norberto (2014): «¡Populista, sí, a mucha honra!», artículo del 17 de febrero de 2014 en el diario Página/12 (Buenos Aires).

    En el lenguaje corriente, ciertos políticos y académicos descalifican, abominan del término «populismo». Los «izquierdistas» critican al populismo porque éste no apunta a erradicar el sistema capitalista. Los conservadores lo critican porque, aun incompletamente, defiende más los intereses de los sectores populares.


    Se lo usa, se lo invoca de manera peyorativa, como un insulto, como si fuera una «mala» palabra. Por cierto, populismo se deriva de lo popular, de pueblo. ¿Estará mal hablar de lo popular/pueblo o encarar políticas en defensa de lo popular?



    En contraposición, ¿estos sectores preferirían emplear el concepto de elitismo o de grupos selectos (no populares) que serían diferentes y mejores que la gente común? Intentan vilipendiar y construir una idea estigmatizante, desvalorizada de lo popular, desde su propia posición de clase. Algunos por odio de clases y otros por inveterada miopía intelectual, reflotan la vieja antinomia de «popular versus antipopular».






  27. abc Henrique Cardoso, Fernando (2006): «El populismo amenaza con regresar a América latina», artículo del 18 de junio de 2006 en el diario Clarín (Buenos Aires).


  28. Juan Carlos Torre, citado por Beatriz Sarlo: La audacia y el cálculo (pág. 145). Buenos Aires: Sudamericana, 2011. ISBN 978-950-07-3504-9.


  29. Errejón, Íñigo. «Ernesto Laclau, teórico de la hegemonía». Academia.edu. Consultado el 12 de mayo de 2016. 


  30. Ylarri, 2015, pp. 180-181.


  31. ab «En Cataluña y en el País Vasco no ven que su progreso ha sido a costa de España. Blogs de Matacán». El Confidencial. Consultado el 11 de julio de 2018. 


  32. Gambone, Larry: «El verdadero rostro del populismo», artículo en el sitio web Celtiberia.


  33. Hernández, Esteban (2006): «Populismo y aristocracia», artículo del 4 de noviembre de 2006 en El Confidencial.


  34. http://www.animalpolitico.com/2016/06/pena-alerta-sobre-el-populismo-y-obama-responde-ser-populista-es-luchar-por-la-justicia/


  35. Ferrer Maestro, Juan José (2015). Catilina: desigualdad y revolución. Alianza editorial. ISBN 978-84-9104-181-8. 


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    Es casi una cuestión de definiciones de manual: el populismo se construye con clientelismo, el peronismo kirchnerista es populista y por lo tanto también es clientelista, lo que implica su desaparición si pierde la fuente del clientelismo que es el Gobierno.
    En Europa se llama populista a un tipo como Berlusconi o a los neonazis. Son fuerzas reaccionarias, conservadoras, que se sustentan con dádivas. De alguna manera, eso fue Carlos Menem o en eso lo convirtió el neoliberalismo. Pero el menemismo prácticamente desapareció y en cambio el peronismo ya va a cumplir setenta años. Hay una diferencia entre la fugacidad del menemismo y la pervivencia del peronismo.
    Para menemistas y antiperonistas, el peronismo es una máquina de poder sin contenido. Da lo mismo Perón que Menem o Kirchner, porque sólo lo define su proximidad con el poder. Es una calificación devastadora para el peronismo e infinitamente cruel y despectiva para los sectores populares. En ese aspecto aparece como una mirada muy clasista, con poco conocimiento de la naturaleza concreta de lo que habla, porque niega toda capacidad de inteligencia y solidaridad a los pobres.
    El menemismo no fue lo mismo que Perón o Kirchner, sino todo lo contrario, porque expresó la derrota de los movimientos populares y progresistas frente a la hegemonía fenomenal del neoliberalismo en el mundo a partir de la globalización. El peronismo menemista fue el encargado de destruir las conquistas logradas por el peronismo en Argentina al mismo tiempo que en Europa era la misma socialdemocracia la que enterraba al Estado de Bienestar que había levantado.





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