Huelga de La Canadiense




La huelga de La Canadiense fue una huelga iniciada en la empresa eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro, perteneciente a Barcelona Traction, Light and Power Company, limited, más conocida como La Canadiense.[a]​ Se inició el 5 de febrero de 1919 en Barcelona y a lo largo de los cuarenta y cuatro días que duró paralizó la ciudad y el 70% de toda la industria catalana en una huelga que pasaría a ser histórica.


La huelga constituyó un gran éxito del movimiento obrero español y de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en particular pues se consiguieron: mejoras salariales, la readmisión de obreros despedidos, la liberación de miles de detenidos durante la huelga y la jornada laboral de ocho horas con la sanción del Decreto de la jornada de ocho horas de trabajo, convirtiendo a España en el primer país que promulgaba por ley esta reivindicación obrera. Tras ella la CNT se situó como una de las fuerzas sociales más importantes de Cataluña y de España.




Índice






  • 1 Antecedentes


  • 2 Desarrollo de la huelga


    • 2.1 Inicio de la huelga


    • 2.2 Huelga general en Barcelona


    • 2.3 El fin de la huelga


    • 2.4 Valoración de la huelga




  • 3 Tras La Canadiense: huelga general y consecuencias


  • 4 Véase también


  • 5 Notas


  • 6 Referencias


  • 7 Bibliografía


  • 8 Enlaces externos





Antecedentes


Esta huelga se encuadra dentro del auge de la CNT que culminó en el Congreso Nacional de diciembre de 1919 en Madrid.[b]​ Fue así mismo la primera prueba tras la reorganización en sindicatos únicos que realizó la Confederación Regional de Cataluña en el Congreso de Sants y que adoptaría posteriormente toda la organización.[2]​ La elección de la empresa, vital para la industria de toda la región, tenía el propósito de buscar el reconocimiento de la CNT por parte del empresariado catalán.[3]
Previo a la huelga, en el mes de enero, la Confederación Regional de Cataluña organizó una campaña de agitación en la que envió a Levante y Andalucía a los mejores oradores entre los que estaban Salvador Seguí, Ángel Pestaña o Manuel Buenacasa.[4]​ Esta campaña alarmó en gran medida a los ministros de Madrid y, de la mano de la agitación que se estaba produciendo en Barcelona, llevó al gobierno del Conde de Romanones a suspender las garantías constitucionales, detener a figuras importantes y líderes cenetistas como Negre, Buenacasa o Seguí, cerrar sindicatos y el periódico Solidaridad Obrera.[5]



Desarrollo de la huelga



Inicio de la huelga


La huelga se originó en solidaridad con ocho despedidos del personal de oficinas de la compañía eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro. Al pasar parte de la plantilla de temporales a fijos la empresa decidió bajarles el sueldo. Algunos de estos obreros eran miembros del sindicato único de la CNT y recurrieron a esta para plantear el conflicto, lo que provocó sus despidos. A los tres días de los mismos, el 5 de febrero, los trabajadores de la sección de facturación de la empresa se declararon en huelga hasta la readmisión de sus compañeros y enviaron una comisión al gobernador civil, al presidente de la mancomunidad y al alcalde para que intervinieran. La dirección llamó a la policía para que los echara de la fábrica. Su despido motivó que otras secciones de la compañía se unieran a la huelga.[2]


En este punto el conflicto que se planteó adquiere otros tintes, ya no es solo una lucha laboral, lo que estaba en juego era el reconocimiento de los sindicatos y el derecho de sindicación. Se nombró un comité de huelga formado por varios de los despedidos y miembros de la CNT liderado por Simó Piera. El 8 de febrero casi toda la plantilla declaró el paro y los cobradores se negaron a realizar su trabajo. Una parte de la plantilla de Energía Eléctrica de Cataluña comenzó a solidarizarse e iniciaron la huelga en su empresa. Los obreros de La Canadiense publicaron las bases que presentaron a la empresa: readmisión de todos los despedidos, aumento de sueldos, despido de esquiroles y ninguna represalia por parte de la dirección. A los dos días la empresa respondió con un comunicado acusando a los sindicatos de aprovecharse políticamente del conflicto. La situación se agravaba: la dependencia de multitud de servicios e industrias de la energía de La Canadiense hacía que estos parasen forzosamente, un cobrador que no secundaba la huelga fue asesinado el 12 de febrero y se plantearon conflictos por parte de los chóferes y en el diario El Diluvio.[6]​ El 17 de febrero el sector textil se sumó a la huelga.[c]



Huelga general en Barcelona


El 21 de febrero la huelga en el sector eléctrico era general, con la suma de los trabajadores de todas las compañías eléctricas. De esta manera el 70 % de la industria catalana, los tranvías o diarios se vieron afectados provocando su paro forzoso. Tras hablar con la embajada inglesa, el gobierno del Conde de Romanones se incautó de la empresa y envíó a algunos elementos del cuerpo de ingenieros y de la armada. Los técnicos militares calcularon que necesitarían cuatro días para restablecer el servicio. Milans del Bosch, capitán general de Barcelona, consideraba, al contrario del gobernador, necesario declarar el estado de guerra. El 27 de febrero la huelga en las compañías de electricidad, gas y agua es ya general.[8]​ Romanones declaró ese mismo día que dimitiría cuando se restableciera el orden en Barcelona.[9]


El 1 de marzo el gobierno se incautó del servicio de aguas y el alcalde se puso en contacto con el comité de huelga. Este presentó sus condiciones, dando un plazo de dos días para contestar. Las condiciones eran: libertad de los presos encarcelados desde el 16 de enero, la apertura de los sindicatos y la inmunidad del comité de huelga. Las propuestas fueron rechazadas por el Gobierno y las compañías publicaron que todos aquellos trabajadores que no volviesen a trabajar el 6 de marzo serían despedidos. En este contexto aparece la censura roja auspiciada por el Sindicato Único de Artes Gráficas de la CNT. Este prohibió toda publicación sobre el conflicto que fuese perjudicial para los intereses obreros. Esta censura llegó a retrasar bandos gubernamentales e imponer y cobrar multas a diarios y delegados sindicales. El 7 de marzo empezó una huelga en el sector ferroviario que el 12 del mismo mes ya era general. El 9 de marzo el gobierno consiguió publicar el bando del capitán general, Milans del Bosch, de movilización de todos los obreros de las empresas en huelga. Este bando dictaba una pena de cuatro años de cárcel para aquellos que no se presentasen en sus zonas de reclutamiento. La mayor parte de los trabajadores no se presentaron y fueron encarcelados en el castillo de Montjuich, donde llegaron a internarse casi tres mil presos.[10]



El fin de la huelga


El 13 de marzo José Morete, subsecretario de la presidencia del gobierno, llegó a Barcelona; Carlos Montañés, ingeniero de simpatías catalanistas, es nombrado gobernador civil; y Gerardo Doval es nombrado jefe de policía con lo que el Gobierno buscaba el camino de la negociación. A la vez se declara el estado de guerra y se mantiene la censura de prensa. El Gobierno estaba preocupado por varios motivos: la extensión de la huelga a otras zonas de influencia cenetista como Valencia, Zaragoza o Andalucía y la amenaza de la Unión General de Trabajadores (UGT) de solidarizarse. Al día siguiente Lawton y Montañés tuvieron una reunión donde el segundo convenció al primero para que negociara con el comité de huelga. Durante el 15 y el 16 de marzo se realizaron varias reuniones entre el comité de huelga, las autoridades civiles y la empresa, que tuvieron lugar en la sede del Instituto de Reformas Sociales, donde se llegó al siguiente acuerdo: el final de la huelga, libertad para todo preso social que no estuviera sometido a proceso, readmisión de todo huelguista sin represalias, aumento general y proporcional de los salarios de los obreros de La Canadiense, jornada máxima de ocho horas y el pago de la mitad del mes que se estuvo en huelga. Para que este acuerdo se pudiese llevar a cabo se tendría que contar con el consentimiento de los trabajadores, para ello se llevó a cabo un mitin en la plaza de toros de Las Arenas al que asistieron alrededor de 25 000 obreros. En este acto, tras la intervención de Seguí se aceptó finalizar la huelga.[11]



Valoración de la huelga


Esta huelga, que ha sido considerada de histórica[d]​, terminó como una victoria completa para los sindicatos,[18]​ además de los obreros de La Canadiense, chóferes, carreteros, obreros del textil y tipógrafos consiguieron sus mejoras. Entre ellas sobresale la jornada de ocho horas promulgada en abril que convirtió a España en el primer país del mundo en establecerla por ley.[19]​ Así mismo la disciplina obrera había sido imperante, dominando a las facciones más agresivas, en los cuarenta y cuatro días que duró la huelga se dieron muy pocos actos violentos: una bomba y cuatro asesinatos, hechos aislados ante el pacifismo del resto de obreros.[17]​ Por último situó a la cuestión social en un lugar destacado dentro de la política catalana y a la CNT como una de las organizaciones más influyentes de Cataluña y de España.[3]



Tras La Canadiense: huelga general y consecuencias


Al los tres días de la victoria en La Canadiense, el 24 de marzo, se volvió a declarar una huelga general en toda Cataluña. En este caso el desencadenante fue que el gobierno no liberó a todos los presos[e]​ como estaba acordado y, siguiendo las presiones de los grupos más intransigentes, se declaró la huelga cuando aún se estaba negociando con el gobierno.[21]​ En esta ocasión el gobierno operó con mayor dureza, sacó desde el primer momento al ejército y apostó ametralladoras y cañones en las calles.[20]​ También se organizó el somatén para abrir tiendas, aprovisionar la ciudad y detener obreros. La huelga fue decayendo en intensidad, el 2 de abril se promulgó el decreto que imponía la jornada de 8 horas desde octubre, lo que hizo que bastantes obreros volvieran al trabajo, hasta que el 14 de abril se da por concluida.[19]​ El estado de guerra y la represión antisindical estuvo presente durante cuatro meses.[22]


Una de las consecuencias más claras fue la creación de la Federación Patronal Catalana, en manos de los patronos más «intransigentes» y «combativos», que se organizó para hacer frente al nuevo sindicalismo que mantuvo estas huelgas.[23]​ Entre las medidas que se usaron contra los sindicatos destacan: el cierre patronal, las listas negras o los despidos masivos. [24]​ Fue entonces cuando en los sindicatos se comenzaron a distinguir y empezaron a tomar fuerza los grupos de acción anarquistas que se nutrieron de todos los obreros despedidos tras la toma de control de los patronos más radicales[25]​ y se fue desplazando a los cuadros más moderados de los puestos de dirección. Por otro lado, cambió el gobierno de Romanones, más abierto a la negociación, por el de Maura, inclinado por la vía represiva; y Bravo Portillo,[f]​ destituido y encarcelado por colaborar con Alemania en la I Guerra Mundial, volvió a la policía barcelonesa.[26]


En consecuencia, el gobierno mantuvo la represión contra los sindicatos[g]​ que vieron cómo el ala moderada era perseguida y encarcelada, los puestos directivos de estos fueron poco a poco ocupados por posturas más radicales y la patronal endureció sus posiciones; todo ello en conjunto permitió que el pistolerismo renaciese en Barcelona y se instalase en los próximos años en la ciudad de manera endémica.[26]



Véase también



  • Huelgas generales en España

  • Movimiento obrero español

  • Historia de Barcelona



Notas




  1. Se la llamaba así porque el principal accionista de la compañía era el Canadian Bank of Commerce of Toronto.


  2. Este auge se ejemplifica si comparamos la afiliación entre octubre de 1918, 80 541, y la de 1919, 845 805.[1]


  3. Las bases presentadas eran: jornada de 8 horas, sábado inglés, reconocimiento del sindicato, abolición del trabajo a destajo, pago del jornal íntegro en caso de accidente, prohibición del trabajo a menores de 14 años y la paga íntegra de la semana una vez comenzada.[7]


  4. Raymond Carr la define así.[12]​ Otras valoraciones sobre la huelga son: Manuel Buenacasa, miembro de comité nacional de la CNT, afirma que el conflicto «no tiene par en la historia de las luchas modernas del proleariado»;[13]​ José Peirats, un activo militante del sindicato, dejó escrito que fue «quizás la más bien organizada por el proletariado cenetista, y una de las mejor organizadas en el mundo entero»;[14]​ Gerald Brenan: «nunca habíase visto en España una huelga de tal envergadura»;[15]​Albert Balcells: «por haberse declarado en Barcelona un conflicto laboral de proporciones nunca vistas: la huelga de La Canadiense»,[16]​ «nunca se había producido en Barcelona una huelga de tanta gravedad y de tal duración»,[17]​ Gerald H. Meaker: «originaron una huelga de 44 días, tan intensa y completa que la ciudad de Barceona quedó materialmente paralizada, huelga nunca igualada por su magnitud en España».[3]


  5. El número exacto de presos no es claro: 34 según Ángel Pestaña, 23 según El Diluvio, 5 según Manuel Buenacasa o 20 según Romanones.[20]


  6. La primera acción que realizó fue un atentado contra Pere Massoni, secretario del ramo de la construcción, el 23 de abril.[26]


  7. De mayo a agosto estuvieron sujetos a la ley marcial, ilegalizados y bajo la prohibición de recaudar cuotas. Se encarceló en este periodo a más de 43 000 obreros.[27]



Referencias




  1. Bar, 1981, pp. 490-491.


  2. ab Balcells, 1965, p. 75.


  3. abc Meaker, 1978, p. 214.


  4. Meaker, 1978, pp. 212-213.


  5. Marinello Bonnefoy, 2014, p. 391.


  6. Balcells, 1965, pp. 74-76.


  7. Gómez Casas, 1977, p. 115.


  8. Balcells, 1965, pp. 77-78.


  9. «Suspensión de las sesiones parlamentarias y de las garantías constitucionales en Lérida». ABC. 28 de febrero de 1919. Consultado el 23 de noviembre de 2015. 


  10. Balcells, 1965, pp. 79-81.


  11. Balcells, 1965, pp. 81-83.


  12. Carr, 1970, p. 493.


  13. Buenacasa, 1966, p. 165.


  14. Brenan, 1971, p. 27.


  15. Brenan, 1962, p. 57.


  16. Balcells, 1965, p. 71.


  17. ab Balcells, 1965, p. 84.


  18. Meaker, 1978, p. 216.


  19. ab Meaker, 1978, p. 223.


  20. ab Balcells, 1965, p. 85.


  21. Meaker, 1978, p. 221.


  22. Balcells, 1965, p. 97.


  23. Balcells, 1965, p. 99.


  24. Meaker, 1978, pp. 223-224.


  25. Meaker, 1978, p. 233.


  26. abc Marinello Bonnefoy, 2014, p. 410.


  27. Meaker, 1978, p. 225.



Bibliografía




  • Balcells, Alberto (1965). El sindicalismo en Barcelona (1916-1923). Barcelona: Nova Terra. 


  • Bar, Antonio (1981). La C.N.T. en los años rojos. Madrid: Akal/Universitaria. ISBN 84-7339-577-8. 


  • Brenan, Gerald (1962). El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil. París: Ruedo Ibérico. 


  • Buenacasa, Manuel (1977). El movimiento obrero español 1886-1926. Historia y crítica. Madrid: Júcar. ISBN 84-334-5510-9. 


  • Carr, Raymond (1970). España 1808-1939. Barcelona: Ariel. 




  • Gómez Casas, Juan (1977). Historia del anarcosindicalismo en España. Madrid: Aguilera. ISBN 84-7005-191-1. 


  • Marinello Bonnefoy, Juan Cristóbal (2014). Sindicalismo y violencia en Catalunya 1902-1919 (Tesis). Universitat Autònoma de Barcelona. Consultado el 4 de agosto de 2018. 


  • Meaker, Gerald H. (1978). La izquierda revolucionaria en España. 1914-1923. Barcelona: Ariel. ISBN 84-344-2491-6. 


  • Peirats, José (1971). La CNT en la revolución española. París: El Ruedo Ibérico. 



Enlaces externos


Fragmento del documental La Canadiense, el nacimiento de un sueño.







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