Civilización cicládica






Las principales islas del archipiélago de las Cícladas, en el mar Egeo


La civilización cicládica (también conocida como cultura cicládica o periodo cicládico) es una cultura arqueológica de la Edad del Cobre y del Bronce de las islas Cícladas, en el mar Egeo, que abarca aproximadamente el periodo del 3000 a. C. al 2000 a. C.
En mitad del Egeo, entre las Espóradas y Creta, entre la península helénica y Anatolia, se halla el archipiélago de las Cícladas. Estas islas deben el nombre a su disposición aproximadamente circular (kyklos en griego significa círculo) en torno a Delos, la isla sagrada que vio nacer a Apolo. Son Míkonos, Paros, Milo o Milos, Sifnos, Amorgós, Tinos, Serifos o Serfanto y Santorini.


En dichos islotes del Egeo floreció esta civilización anterior en casi dos mil años a la griega y que dejó tras de sí cientos de figurillas de mármol, la mayoría femeninas.




Índice






  • 1 Historia


  • 2 Arqueología


    • 2.1 Origen de los habitantes de las Cícladas


    • 2.2 Las ciudades de los vivos


    • 2.3 Los muros defensivos


    • 2.4 Las ciudades de los muertos


    • 2.5 Las prácticas religiosas


    • 2.6 Expertos navegantes




  • 3 Véase también


  • 4 Notas


  • 5 Referencias


  • 6 Enlaces externos





Historia




Figurilla de mujer embarazada (tercer milenio a. C.).


La significativa cultura cicládica de la época Neolítica final y Edad del Cobre es mejor conocida por los ídolos femeninos lisos tallados, fuera de las islas, en mármol blanco puro, siglos antes de la gran "cultura minoica" de la Edad del Bronce Medio surgida en Creta, al sur. Dichas figuras han sido saqueadas de los enterramientos para satisfacer al creciente mercado de antigüedades cicládicas desde inicios del siglo XX.


Una característica cultural neolítica que amalgama elementos anatolios y del continente griego en el Egeo occidental antes del 4000 a. C., basada en el trigo (triticum dicoccum) y cebada silvestre, ovejas y cabras, cerdos, y atunes que fueron arponeados desde pequeños barcos (Rutter). Sitios excavados como Sáliagos y Cefala (en Ceos) muestran signos de trabajo del cobre. Cada una de las pequeñas islas Cícladas mantienen no más de unos pocos miles de habitantes, aunque los modelos de barcos del cicládico final muestran que cincuenta remeros pudieron ser reunidos de comunidades dispersas (Rutter).


Sabemos que, por su posición geográfica que las sitúa como una especie de puente entre Europa y Asia, por la riqueza del subsuelo y por la relativa suavidad de su clima, las Cícladas fueron cuna de una notable civilización.


Nos consta que en el periodo Calcolítico, aproximadamente entre el 3000 a. C. y el 2000 a. C., aquella civilización se expresó con notable originalidad. Y ello a pesar de que la facilidad de comunicación con las zonas ribereñas del Mediterráneo ofrecía a los habitantes de estas islas la posibilidad de absorber toda clase de influjos culturales foráneos.


Sabemos que la civilización cicládica se mantuvo durante varios siglos después del 2000 a. C. Si bien, cuando la altamente organizada cultura palaciega de Creta surge, las islas declinan, con la excepción de Delos, que conservó su arcaica reputación como santuario durante el periodo de la civilización clásica griega (ver liga de Delos). Y más tarde cae bajo la cada vez más predominante influencia política y artística del continente griego.


La cronología de la civilización cicládica se divide en tres principales secuencias: cicládico inicial, medio y final. Al periodo inicial (ca. 3000 a. C.) le siguió el arqueológicamente oscuro cicládico medio (ca. 2500 a. C.). A finales del cicládico final (ca. 2000 a. C.) hubo una convergencia esencial entre el cicládico y la civilización minoica.


Pero el cicládico hunde sus raíces en tiempos aún más remotos. Quizá en el 7000 a. C. Prueba de ello es la difusión de la obsidiana de Milo. De esta isla provienen numerosos objetos cortantes de obsidiana encontrados en diferentes asentamientos prehistóricos del Mediterráneo oriental, especialmente en la costa turca y en Tesalia (Grecia). Bien es cierto, que esto sólo demuestra una frecuentación de la zona, que no supone necesariamente la existencia en ella de una base bien definida de civilización. De hecho, los primeros indicios de comunidades organizadas en las Cícladas no van más allá del 5000 a. C. Y todavía en el Neolítico final, es decir, en la segunda mitad del cuarto milenio a. C., el grado de desarrollo de estas comunidades cicládicas parece limitado, sobre todo si lo comparamos con el de los centros del Oriente más inmediato: Anatolia, Siria, Canaán. Se trataría, según los datos que tenemos, de pequeñas aldeas de pescadores o de agricultores muy pobres.


Al comenzar la Edad del Cobre, todo empieza a cobrar relieve en las Cícladas. El desarrollo de las actividades marineras y el cultivo de la vid son el resorte que dispara la transformación de las estructuras económicas, sociales y culturales de los isleños. Sus productos llegan a Grecia y a diversas regiones del Mediterráneo oriental. Hablaríamos de un verdadero despegue económico, que origina diferencias sociales. Y todo esto en paz, pues los asentamientos, situados mayoritariamente en las costas, no están fortificados. Lo serán más tarde, cuando las Cícladas caigan en la órbita de Creta, más poderosa y organizada. Estaremos entonces hacia el final del bronce Antiguo, es decir, en torno al año 2000 a. C.


Hay cierta tensión entre los sistemas de datación usados para la civilización cicládica, uno "cultural" y otro "cronológico." Los intentos de aunarlos conducen a varias combinaciones; la más común es resumida abajo.




Figurilla cicládica de mármol de la cultura Keros.


































































Cronología cicládica[1]
Fase
Fecha
Cultura
Cultura Contemporánea del continente
Notas
Cicládico inicial I


Grotta-Pelos

Cicládico inicial II


Keros-Siros

Cicládico inicial III


Kastri

Cicládico medio I (CMI).


Filacopí

Cicládico medio II (CMII).



Cicládico medio III (MCIII).



Cicládico final I



Cicládico final II



Cicládico final II





Arqueología




Escultura de íbice de oro (siglo XVII a. C.)


Hay que advertir, de entrada, que aún quedan muchos puntos oscuros, muchos datos por codificar, muchas hipótesis no probadas.
El estudio del Cicládico ha sido laborioso, complejo y aún no puede darse por concluido.


El historiador griego Tucídides había escrito en el siglo V a. C.: "Minos (...) dominó las Cícladas y fue el colonizador de gran parte de ellas, después de haber expulsado a los carios".


Fueron estas palabras las que llamaron la atención del arqueólogo Ludwig Ross, quien en el segundo tercio del siglo XIX, aventuró la hipótesis de que en las sepulturas prehistóricas visitadas por él en Paros, Naxos, Amorgos y Tera (Santorini), donde se habían hallado ídolos y vasos de mármol, estaba la confirmación de la presencia de los carios en el archipiélago: un pueblo de piratas originario de la región costera del Asia Menor entre las antiguas Lidia, Licia y Frigia.


Por los mismos años del siglo XIX en que Ludwig Ross, con los textos de Tucídides en la mano, atribuía a los carios las tumbas del Cicládico, en Filacopí, en la isla de Milo, aparecían nuevas tumbas intactas colmadas de cerámica que luego se dispersaron por los museos de Europa. Veinte años después, en torno a 1850-60, el arqueólogo Papadopoulos exploró la necrópolis de Chaliandrani en la isla de Siros y formuló la hipótesis de que aquellas tumbas eran de época romana y guardaban los restos de los condenados por delitos políticos, a quienes Roma expatriaba y confinaba en los islotes de aquel archipiélago. No deben extrañarnos estas suposiciones erróneas, puesto que en aquella época no había forma de cotejar críticamente los materiales que proporcionaban las excavaciones.


Hacia 1860 comienza la exploración de los asentamientos prehistóricos de la isla de Santorini. Pero aún no puede hablarse de investigaciones científicas, susceptibles de configurar un cuadro fiable de la civilización que los hallazgos van delineando.


En los últimos años del siglo la actividad exploratoria es muy intensa, rica en observaciones que aún tienen validez. En gran parte la lleva a cabo Christos Tsountas, quien investigó lugares de enterramiento en varias islas en 1898-99, sobre todo en Amorgos, Despoticós, Paros, Antíparos, Sifnos y Siros, y acuñó el término de "civilización cicládica".


Pero las primeras excavaciones verdaderas son las que en 1896 dirige la Escuela Británica de Atenas, en Filacopí, en la isla de Milo. Las excavaciones incluyeron el análisis estratigráfico del terreno y proporcionaron resultados fiables. En concreto en la isla de Milo pudo reconocerse la presencia de tres ciudades superpuestas, precedidas por una fase aún más antigua (preurbana). Y sobre todo se comprobó que estas diversas fases podían ser relacionadas con los estilos de cerámica.


A partir de entonces, el interés se quedó a la zaga, pero se reanimó a mediados del siglo XX, cuando coleccionistas comenzaron a pujar por las tallas de corte modernista que se parecían tanto a la escultura de Jean Arp o de Constantin Brancusi. Los sitios arqueológicos fueron saqueados y surgió un activo comercio de falsificaciones. El contexto de muchas de estas figurillas cicládicas ha sido así destruido; su significado nunca podrá ser entendido. Otros intrigantes y misteriosos objetos son las sartenes cicládicas. La arqueología ha revelado las líneas generales de la cultura agrícola y marinera que hubieron inmigrado de Asia Menor c. 5000 a. C. El cicládico inicial evolucionó en tres fases, entre aproximadamente el 3300 a. C. y el 2000 a. C., cuando cayó progresivamente bajo la creciente influencia de la Creta minoica.


La cultura de Grecia continental contemporánea de la cicládica es la del periodo denominado Heládico.



Origen de los habitantes de las Cícladas




Ídolo cicládico conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.


Otro tema de encendidos debates fue el del origen de los primeros habitantes de las Cícladas.


Hasta los 50 del siglo XX, la ausencia de huellas de asentamientos neolíticos en las islas daba pie a suponer que estas no estaban habitadas en aquel periodo; por lo tanto, su poblamiento se situaba en torno al 2600 a. C. Pero ¿de dónde procedían aquellos primeros habitantes de las Cícladas? Casi todos los investigadores coincidían en afirmar que se trataba de grupos heterogéneos llegados de Anatolia en el curso de migraciones sucesivas, y muchos señalaban que uno de los centros de procedencia, entre el 2800 y el 2300 a. C., fue Troya. En cualquier caso parecía cierto que, en el momento de llegar a las islas, aquellos grupos poseían ya una civilización propia y definida, que después evolucionó de manera autónoma.


Era la única hipótesis posible, dado que las demás carecían de base. Faltaban por completo las informaciones históricas, y las breves noticias de Tucídides, que es necesario repetir, vivió en el siglo V a. C., hacían referencia a una época más avanzada, concretamente a la expansión cretense por el archipiélago. Según menciona el historiador, en aquel tiempo las islas estaban habitadas por los carios, cuyas armas hallaron los atenienses en más de la mitad de las tumbas que descubrieron en el curso de la purificación de la isla de Delos.


Pero las excavaciones efectuadas en los 60 suministraron nuevos elementos que echaron por tierra gran parte de las precedentes hipótesis.


Fue posible determinar que las Cícladas estaban ya habitadas, por lo menos, en los últimos tiempos del Neolítico Medio y en el Neolítico Final; es decir hacia el 5000 a. C. Así lo demostraban los hallazgos habidos en Saliagos, un islote entre las islas de Paros y Antíparos, entre 1964 y 1965, así como las excavaciones que en 1963 se llevaron a cabo en Cefala, en la isla de Ceos.


Los descubrimientos de Saliagos fueron muy interesantes. Eran restos de habitaciones de planta rectangular, sobre fundamentos de piedra, cerradas por un muro perimetral. En ellas aparecieron cerámicas de formas geométricas, cuya superficie oscura estaba decorada con motivos en blanco opaco, rectilíneos o curvos. Estos elementos configuraban la que, a partir de entonces, se llamó cultura de Saliagos, que englobó otros hallazgos de las mismas características en Vouni (isla de Antíparos), Agrilia (Milo) y Mavrispilia (Miconos). Los materiales fueron sometidos a pruebas de datación mediante el carbono 14 (14C), según las cuales, y en relación con las excavaciones de Emporió X en la isla de Quíos, pudo determinarse que esta cultura floreció en torno al 4900 a. C. A ella se asociaron también puntas de obsidiana y pequeñas figuras tanto esquemáticas como naturalistas.


Por las mismas fechas, el arqueólogo Caskey halló en Cefala una necrópolis con tumbas redondas, ovaladas y rectangulares. En general estaban realizadas con pequeños muros de piedra inclinados hacia el centro, aunque algunas se habían excavado parcialmente en la roca; las había individuales y múltiples. Entre los escombros salieron a la luz numerosas cerámicas de color oscuro, algunas rojizas y otras de color rojo brillante. Había jarras de cuello largo y fino, tazas, una especie de cazo de extravagante forma, una estatuilla obscena de terracota, etc. Dado que estos objetos, y especialmente la cerámica oscura, mostraban características afines a la de otros hallazgos producidos en el Ática y en las Cícladas noroccidentales, se asignó a esta cultura la denominación de Ática-Cefala. Sabemos que se desarrolló hacia el 3500 a. C.


Todos estos descubrimientos fueron importantísimos, porque obligaron a revisar las conclusiones de quienes atribuían un origen exclusivamente anatólico a la civilización cicládica. Uno de los principales argumentos en que se apoyaban era la presencia de tumbas de cista, pero el hecho de que este tipo de tumbas aparezca ya en la necrópolis de Cefala sugiere una continuidad local. Sin duda hay ciertas analogías entre la civilización cicládica y la anatólica, pero ello no demuestra que haya sido Anatolia el hogar originario de aquélla. Algunas de sus formas parecen de origen local; otras podrían estar ligadas al continente griego.


Considerando los conocimientos que proporcionan las excavaciones, resulta más sencillo pensar en una evolución paralela de culturas análogas, sin que con esto se pretenda rechazar la existencia de contactos más o menos ocasionales entre ellas.



Las ciudades de los vivos




Grupo de tres figuras cicládicas.


Disponemos de datos procedentes de excavaciones de asentamientos y viviendas aisladas, pero no siempre son del todo fiables por las dificultades que entraña la datación.


Las excavaciones que realizó Tsountas en Paros en 1898, sacaron a la luz casas de planta rectangular, divididas en dos habitaciones comunicadas y la más interior rematada en ábside. El detalle del ábside parece sugerir un recuerdo de la cabaña redonda que, en el Neolítico, se difundió por gran parte del área mediterránea.


Respecto a Filacopí son singularmente generosos los datos ofrecidos. También Santorini y Tirasia han proporcionado datos útiles sobre las casas de las Cícladas. El geólogo Fouqué estudió las situadas sobre la escollera septentrional de Tirasia. Son de planta rectangular, con muros de piedra de lava, irregulares, unidas por argamasa. Se han encontrado otros muros que seguramente se hicieron mediante un armazón de madera. Sistema de construcción que hallamos a menudo en casi todas las poblaciones del Egeo. Sus muros angulares se componen de sillares perfectamente tallados y casi siempre de grandes dimensiones, superpuestos en hiladas horizontales.



Los muros defensivos


Hay fortificiaciones en Chalandriani (Siros), Panormos (Naxos), Agios Andreas (Sifnos) y Filacopí. Son fortificaciones que se remontan al momento de la influencia cretense y parecen confirmar lo que escribió Tucídides acerca de su construcción después de que la armada de Minos expulsara a los piratas carios.


En Filacopí II hay una doble muralla. Los muros que la forman están a una distancia de tres metros el uno del otro. La parte baja de la muralla interior es una masa de tierra y piedras pequeñas, sobre la que se apoyan grandes bloques ciclópeos. La exterior, mucho más débil, es de tierra, reforzada con algunas filas de piedra. A intervalos más o menos regulares, las dos murallas se unieron mediante pequeños muros transversales, y los espacios vacíos se rellenaron con grava. El conjunto tiene un espesor de aproximadamente seis metros. El sector más curioso de la fortificación es aquel en que se practicó una puerta secreta, defendida por un muro. De esta forma los sitiadores tenían que recorrer un largo trecho junto a los bastiones y, por lo mismo, a ponerse a tiro de los que defendían la ciudad.


En Chalandriani se trata propiamente de una acrópolis, tres de cuyos lados están defendidos por un precipicio. Bastó con fortificar el cuarto lado mediante una muralla doble, semielíptica, de cerca de 60 m. Del muro externo, el más débil, quedan un par de hileras de piedras. En su centro se abre una puerta dispuesta oblicuamente respecto al muro. La muralla interior, de sillares pequeños, está reforzada por 5 torres. Los accesos eran dos, situados junto a la segunda torre y entre la tercera y la cuarta, y obligaban también a los agresores a un largo recorrido al descubierto.


Agios Andrea, en Sifnos, presenta asombrosas analogías con Chalandriani, con una técnica de construcción perfeccionada.



Las ciudades de los muertos




Reconstrución de una tumba de cista.


A excepción de la isla de Siros, las tumbas cicládicas son del tipo de cista. Se excavan a poca profundidad en las pendientes de las colinas, a veces hasta la orilla del mar y tienen forma trapezoidal, con los lados revestidos de piedras planas. La cobertura es también de piedras sin tallar, mientras que el piso es de piedra, guijarros o sencillamente tierra apisonada. Sus dimensiones son reducidas. No más 1,20 m de longitud.


Otra característica es que abundan las tumbas múltiples, probablemente de miembros de una misma familia, en las que se superponen las sepulturas.


Las tumbas de Siros son muy diferentes. Se trata de pequeñas tumbas con cámara, con paredes de piedra en seco cuyas hiladas van aproximándose hacia el interior hasta formar una falsa bóveda, que en su parte superior se cierra con una gran lastra cuyo peso da solidez al conjunto. Como detalle curioso hay que observar que estas tumbas tienen una abertura que comunica con el exterior y cuya función apenas podemos imaginar. Sus dimensiones no permiten el paso de un cuerpo. Posiblemente se destinaba a ciertos ritos funerarios.


A propósito de tales ritos recordemos que en las tumbas de cista el cuerpo del difunto, o los cuerpos cuando eran varios, se disponía recostado sobre el lado derecho, las rodillas dobladas hacia el pecho y el antebrazo llevado hacia la cabeza. De ahí las reducidas dimensiones del enterramiento.



Las prácticas religiosas


La escasez de hallazgos arqueológicos hace que sepamos muy poco de las prácticas religiosas de los pueblos cicládicos. Mientras que en Creta se han encontrado numerosos lugares de culto, en las Cícladas tan solo conocemos uno. En el puerto de Minoa, en la isla de Amorgos, bajo una gran peña, se han hallado fragmentos de cerámica y algunos vasos enteros. Parece que en tiempos remotos existió allí un gruta o quebrada. Cerca, en otra quebrada, se han hallado también muchos restos cerámicos. Las excavaciones dirigidas por Tsountas en esta misma zona revelaron la existencia de fosas semejantes repletas de añicos. En una de ellas el mismo arqueólogo descubrió, además, cierto número de vasos más o menos completos, alguna pieza en forma de huso y trozos de obsidiana. Muchos vasos contenían astillas de hueso, a menudo ennegrecidas y calcinadas, dientes de oveja, cabra o buey.


El descubrimiento de estos depósitos de vasos bajo las rocas o en anfractuosidades del terreno, por un lado, y la completa ausencia de necrópolis en los alrededores, por otro, sugieren que nos hallamos ante un lugar sagrado al aire libre. Tal vez se trate de uno de aquellos lugares sagrados, en los que durante las ceremonias de ofrenda se encendían grandes hogueras. Tras una invocación mágica se arrojaban a ellas los animales inmolados, quizás vivos aún. Y luego cuando el fuego comenzaba a languidecer, se lanzaban objetos votivos. Las cenizas, mezcladas con los huesos y los exvotos, eran depositados finalmente en la quebrada de modo que quedaran en estrecho contacto con la roca, la que a su vez no era sino una parte del cuerpo de la Diosa Gran Madre, la divinidad más importante de los pueblos cicládicos



Expertos navegantes




Pez volador, cultura de Filacopí.


Del hecho de que la mayor parte de objetos provengan de un número reducido de tumbas, en tanto que en la mayoría de éstas sólo hayan aparecido uno o dos por término medio, cabe deducir que el pueblo cicládico había pasado ya de la sociedad diferenciada, en el que destacaban determinados grupos y personas. Había «ricos» o «notables» que se podían permitir un ajuar funerario acorde con su rango, en tanto que los «pobres» debían contentarse con un ídolo, una vasija o un sencillo adorno. Esta hipótesis viene corroborada por otro indicio, como es el de la aparición en las tumbas de objetos ya usados: vasijas con evidentes huellas de composturas, píxides con tapaderas que no les corresponden, etc. De eso han deducido algunos estudiosos que las familias pobres compraban para sus difuntos un ajuar literalmente de «segunda mano».


Esto es, en suma, lo que revelan las necesidades acerca de la estructura social de aquellas gentes. Algunos otros hallazgos se refieren a la vida económica. Es posible afirmar que se trataba de un pueblo de agricultores, pastores y artesanos, pero asimismo que tenía la mirada puesta en el mar: en la pesca y en la navegación. Que practicaban la primera lo prueban tanto el descubrimiento de algunos anzuelos de bronce, como la decoración de ciertos vasos de terracota en que aparecen hombres portando un pez en cada mano.


Y en cuanto a la navegación, baste citar otras decoraciones cerámicas en las que vemos representadas naves de altura, capaces de servir para las más audaces exploraciones. De hecho, parece que los marinos de las Cícladas no se limitaron a comerciar con la vecina Creta, el Peloponeso y Anatolia, sino que llegaron hasta la costa dálmata, Cerdeña y, por lo menos durante el Bronce Medio, a partir del 2000 a. C., hasta las Baleares y el sur de Francia, ya que en todos estos lugares han aparecido objetos de elaboración cicládica.


Por desgracia aquel pueblo que poseía nociones de numeración no dejó documentos escritos que permitan caracterizarlo con mayor precisión.



Véase también



  • Arte cicládico

  • Cerámica cicládica

  • Civilización egea



Notas




  1. Cronología y Terminología de The Prehistoric Archaeology of the Aegean
    accessed May 23 2006




Referencias



  • VV.AA. (1988). Los grandes descubrimientos de la arqueología. Barcelona: Planeta-De Agostini. pp. 21-41. ISBN 84-395-0687-2. 


Enlaces externos



  • El Neolítico en las Cícladas

  • Las Cícladas


  • Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Civilización cicládica.




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